miércoles, mayo 19, 2010

En un tiempo fui, por ciertas razones, habitante de un viejo ómnibus, de uno que arrancaba del Sol y de la fronda, de una plaza, se metía por una calle de adoquines...y grandes almacenes, atravesaba una estación llena de empleados, de personas que esperaban pacientemente su llegada y salía de nuevo a la luz para realizar un viaje interminable...
El ómnibus se atiborraba enseguida de pasajeros. Todos los asientos estaban ocupados, separados por la muralla de los que se bamboleaban en el pasillo. No había un momento de paz...Los vidrios temblaban, las manijas danzaban, los que leían periódicos y revistas perdían unos renglones y los volvían a encontrar veinte metros más allá...Todo el ómnibus temblaba y rechinaba,y hacia el efecto de una gran sierra mellada que quisiera serruchar el enorme madero de la calle.
Los pasajeros parecían la encarnación de la duda;iban diciendo que sí, o que no, alternativamente con la cabeza.

5 comentarios:

  1. Mily, que imagen más recurrente el viaje en ese omnibus con sonidos y pasajeros duditativos...
    Es un gusto leerte, amiga

    B7s
    L;)

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  2. Al final saber en qué estación debemos bajar debe ser la clave de la historia...

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  3. parecía la reencarnación

    de lo que quema.








    biquiños

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Gracias por estar